domingo, 20 de octubre de 2013

Crítica: Grand Piano de Eugenio Mira


“Grand Piano” comienza con la llegada a Chicago de Tom Selznick, pianista de gran renombre que años antes abandonó la música debido al fracaso de su último concierto, en el que falló en la ejecución de la pieza más representativa de las composiciones de su mentor. Con mucho miedo y aun más nervios por su retorno a los escenarios, promovido por su novia, una gran actriz y cantante con más éxito que él, Tom se sienta al piano dispuesto a demostrarse a sí mismo y a los demás que es capaz de volver a enfrentarse al público. Sin embargo, en una de sus partituras encuentra unas notas extrañas que le avisan de que si no toca correctamente su novia o él morirán. Lo que a primera vista parece una broma macabra, se convierte en una amenaza real cuando su anónimo amenazador le hace llegar un receptor a través del cual le va dando instrucciones para tocar la pieza en cuestión, al tiempo que le va aumentando el nivel de su intimidación hacia sus allegados.

Con esta premisa que recuerda a los grandes trabajos de suspense que en su momento realizaba el gran Hitchcock, el director español Eugenio Mira (“Agnosia”) propone un juego del ratón y el gato a tiempo real en “Grand Piano”, con la música clásica como hilo conductor que, además juega un papel importantísimo no sólo en el argumento sino también en la composición formal de la película. La película de Mira tiene en su montaje una de sus mejores bazas junto con la excelente banda sonora, que ya desde los mismísimos títulos de crédito, se fusionan mostrando el engranaje interior del piano con una atmósfera tensa que va dando pistas de esa tensión que va a perdurar durante todo el film. El suspense de “Grand Piano” comienza desde ese mismo momento e incluso durante la presentación de los personajes, alargando incluso la llegada de Tom al auditorio para hacernos sentir la misma angustia que siente el músico y retrasar el miedo a lo que le espera dentro, pero es en cuanto se sube al escenario cuando esa tensión hitchconiana va “in crescendo” apoyada además en planos imposibles, en reflejos del propio Tom siendo consciente visualmente de su miedo, y sobre todo en la música.


Pero el problema que existe en películas con argumentos similares, como sucedía en “Última llamada” de Joel Schumacher por poner el ejemplo más cercano a ella, es que las resoluciones y los giros que descubren a los culpables y sus motivaciones, suelen tener tan poca consistencia y ser tan inverosímiles que están a años luz de convertirse siquiera en el peor de los capítulos de Alfred Hitchcock presenta, por no hablar de la filmografía del inglés. Y es que toda esa inquietud con la que seguimos nota a nota las manos sobre el piano de Tom, se hunde por momentos al aparecer en escena la persona que le está amenazando. En un papel que acusa más su presencia que su ausencia, John Cusack resulta un villano bastante plano que no está a la altura de lo que se requería de un guión como este. Tampoco tenemos en “Grand Piano” un elenco de secundarios potentes que den su apoyo al protagonista, siendo además este último un Elijah Wood que ocupa casi la totalidad del metraje con una actuación simplemente correcta, y sin cambiar la expresión de su cara en ningún momento.

“Grand Piano” es entretenida, si. Mantiene la tensión durante buena parte de la película, también. Está dirigida y montada con una exquisitez que hace que cuando sales del cine todavía pienses en los detalles de esa dirección, pero desgraciadamente el guión no termina de perdurar en la mente del espectador cuando precisamente ese debería ser el punto más fuerte de una película de estas características.


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