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viernes, 4 de noviembre de 2016

Crítica: One Piece Film Gold de Hiroaki Miyamoto



Si hay que definir una saga como One Piece, empezaré diciendo que es grande. Muy grande. Tanto en contenido como en creatividad. Y tras esa saga destaco un hombre, Eiichiro Oda, su creador. One Piece nace como un manga shonen (enfocado a público pre-adolescente, generalmente con temática de aventuras y duelos o luchas) allá por 1997. Su historia relata los devenires de Luffy, un personaje que se convierte en pirata con la firme convicción de llegar a ser el rey de todos ellos. Durante su camino reúne una variopinta tripulación de compañeros, a cada cual más pintoresco (los que llevamos por ahora son: una ladrona, un cocinero, un espadachín, un reno, un ciborg, un esqueleto y un francotirador). Ambientado en un mundo de fantasía y con una heterogénea mezcla de tiempos (desde toques medievales, a steampunk pasando por época moderna), si hay una constante en el mundo de One Piece es la desbordante imaginación del creador, mostrando desde teléfonos que son caracoles o reactores alimentados por refrescos de cola hasta coches de lujo que se mueven gracias a tortugas. Lo aberrante es común, lo imaginado, realidad.


Pero un manga shonen no llega a la cima si no ofrece una buena mezcla de elementos. Si bien el mundo de la obra es desbordante, no lo son menos sus peleas. Porque un buen shonen de toda la vida tiene peleas. Bien sean a golpe de plumilla e ingenio, como Death Note, a ritmo del choque de ondas vitales como Bola de Dragón, o mediante habilidades sobrenaturales como nos ofrece esta obra. Encontramos personajes que manejan la espada, otros propinan patadas alucinantes, algunos pueden replicar partes de su cuerpo e incluso manejar a voluntad los metales. Una suerte de combinación entre todos los poderes de muchas otras obras de cómic y animación oriental, porque personajes no le faltan, a cada cual más poderoso.Y aquí conviene recalcar el hecho de que haya clasificado la obra como “grande”. A día de hoy, el manga tiene 82 volúmenes publicados, con 842 capítulos recopilados y una media de doscientas páginas por volumen. Y de todos los éxitos de manga, nace una serie de animación. En concreto la de One Piece suma ya 762 capítulos, once especiales de televisión y trece películas, tamaño más que de sobra para desarrollar un complejo universo con interesantes argumentos y un abanico gigante de posibilidades, que sigue creciendo a ritmo constante. A Eiichiro Oda nada puede pararle. One Piece Film Gold es la decimotercera película de esta conocida serie. Es interesante recalcar que, debido a ya llevar un tiempo, es recomendable conocer la historia de la serie, puesto que no se explica nada de información acerca de cada personaje salvo una breve, pero muy dinámica y artística presentación. Conocer a la tripulación y sus particularidades permitirá al espectador hallar justificación a muchos momentos importantes en la película, puesto que muchos de los instantes decisivos en la trama son causa y efecto del peculiar carácter de cada personaje. Pero permítanme, antes de entrar en materia con esta entrega, recalcar aspectos comunes de esta obra: muchísima imaginación, situaciones extravagantes, personajes increíblemente diversos, muchas referencias a otras obras. Ahora, agarrense, que vienen curvas.


La historia nos sitúa en el momento que la tripulación del Thousand Sunny, el barco de Luffy, llega a Gran Tesoro, un barco-isla de diez kilómetros de eslora, paraíso particular de Gild Tesoro, un billonario magnate que maneja la ciudad que lo puebla y la camufla como una particular versión de Las Vegas. El comienzo de la película es espectacular, una mezcla de animación y música de un registro bastante diferente a lo habitual en One Piece, e incluso haya gente que pueda trazar paralelismos con otro viejo conocido como es Lupin III, debido a esa estética jazz.Pronto se descubre que, en este caso, es oro todo lo que reluce, y es que los poderes especiales de don Tesoro le permiten manipular a voluntad el oro. El guión de One Piece dista de ser complicado, y, en este caso, se cumple el esquema común de ir presentando a los subalternos del enemigo de turno (Tesoro en este caso), sabiendo a ciencia cierta que en algún momento se sucederá una lucha entre estos y la banda protagonista. Este juego al que jugamos los aficionados no trata tanto de esperar un argumento original, que en esta ocasión no es nada malo, sino más bien de saber quien se medirá el lomo con cual.


Existen muchos pequeños detalles que podría explicar a continuación, pero entrar en la descripción de poderes y características de los protagonistas sin herir de gravedad la rica historia de One Piece se me antoja imposible. Por ello, me permito el recurso de dejarlo en incógnita. El neófito que visite el cine puede disfrutar de una colorida locura, y tiene que saber que hay una historia (larga) detrás de todos los personajes.Dicho esto, la película es muy disfrutable, con una longitud más que considerable de casi dos horas, técnicas y apartado artístico muy recalcable. El ritmo a mitad de metraje cae un poco, para remontar en una espectacular traca final. La banda sonora se presta sorprendentemente a escucha, bailando entre la fanfarria aventurera y el toque jazz distintivo del glamour de las Vegas; y el doblaje castellano se aprecia a muy buen nivel. Con respecto a mantener el espíritu de la serie original, los aficionados no tienen porque preocuparse, One Piece Film Gold es claramente una película de nuestros piratas favoritos. Para los ajenos, aviso que pueden surgir lagunas a la hora de emprender esta aventura, pero descuiden, pueden confiar en los compañeros de la tripulación.

martes, 22 de marzo de 2016

Crítica: Nuestra hermana pequeña de Kore-Eda Hirokazu


Cuando pensamos en cine japonés muchos pensamos en películas de terror de niñas de largas cabelleras, pozos y terribles maldiciones, otros en películas de animación que traen lo mejor del manga pero también hay cabida para este tipo de historias como las que nos plantea Nuestra hermana pequeña y que sigue la estela del gran éxito que tuvo Una pastelería en Tokio. La historia está basada en el manga Umimachi Diary de Akimi Yoshida y que consta por el momento de 7 volúmenes. El primero publicado en el 2007 y el último es de enero de este mismo año. Tres hermanas con una personalidad muy diferente viven con la ausencia de sus padres, uno porque se ha ido con otra mujer y la madre porque simplemente se fue. Tan sólo se tienen a ellas y a una casa grande pero vieja. La noticia de la muerte del padre les trae la noticia de una hermanastra de 13 años. Aunque hace muchos años que no han tenido contacto con su padre y a su hermana Suzu ni siquiera la conozcan, el poder de la familia es muy fuerte y sienten deseos de protegerla. El hecho de que Suzu esté tan sola como ellas hace que deseen cuidarla y le proponen que se vaya a vivir juntas.



El director nos muestra una pequeña parte de la vida de estas mujeres, nos muestra su vida, qué hacen, cómo se divierten y a partir de lo que hacen, lo que dicen y cómo se comportan la historia se cuenta sola. Hay una falsa creencia de que este tipo de películas no tienen argumento pero no es así. Estamos acostumbrados a que el relato sea más evidente, aquí la historia se cuenta de otra manera, da más importante a los personajes y deja que ellos a través de lo que dicen y lo que hacen cuenten lo importante. Salvando las distancias me recuerda un poco a la serie de Shin Chan en la que se nos contaba la vida de una familia japonesa de clase media a través de los ojos de un niño. Aquí son cuatro hermanas que viven, que experimentan, que se relacionan, que comen y que nos cuentan cómo es la vida en japón. Es un pedazo de vida que emociona y que hace que en mi caso me resulte un país y una cultura fascinante. El director se toma su tiempo para contarnos la historia familiar. Con un ritmo delicado y un tono que va de lo cómico a lo trágico somos los espectadores privilegiados de una jóvenes fascinantes que podrían ser cualquier de las personas con las que nos cruzamos todos los días. Son muchas las cosas que nos separan pero también las que compartimos, el temor a la soledad, a que nos rechacen, a no ser felices son cosas que nos preocupan a todos. Lo que diferencia es la forma que tenemos de afrontarlo. Las cuatro hermanas aprenderán a entender el pasado para no cometer los mismos errores de sus padres. Una emotiva película que llega mañana a los cines de la mano de Golem. 


lunes, 16 de junio de 2014

Crítica: Dragon Ball Z, la batalla de los dioses de Masahiro Hosoda


Hay poca gente que no haya tenido experiencias con Bola de Dragón (léase o dígase con la voz potente y llena de convicción de aquel maravilloso doblador que cantaba el tema en castellano). Es parte de una cultura de los que rondamos la treintena, de aquellas meriendas y de aquella parrilla de televisión que pensaba en otros públicos más jóvenes. Incluso hoy en día, en la TDT podemos encontrar todavía reemisiones de capítulos de la serie, cuyos originales ya acusan el uso y abuso repetido de las cadenas. Dragon Ball es uno de esos proyectos en los que Japón comprobó que a ciertos proyectos se les podía sacar dinero. Bandas sonoras, películas en cine, OVAs (episodios especiales directos a video), videojuegos… Un proyecto rentable tiene beneficio mucho tiempo después de sus primeros pasos. Y de ahí llegamos aquí. La historia de Dragon Ball terminó hace ya unas tres décadas con el manga, pero reediciones y  videojuegos han mantenido esta máquina de hacer dinero activa y funcionando. De hecho, los últimos años nos han proporcionado algunas películas que han intentado juntar la dicotomía que podemos notar en la obra original. ¿Y de qué trata esta dicotomía? Dragon Ball empezó como un manga de aventuras, simple, sencillo, sin muchas explicaciones y con un ritmo pegadizo y endiablado. Esta fórmula de manga juvenil engancho a mucha gente, pero la propia obra evoluciono hacia un manga de luchas, con el argumento típico de un “shonen” de luchas, o manga juvenil: aparece enemigo más fuerte, luchan y vence el mal, entrenamiento de los personajes, gana el bien por los pelos, repitamos desde el principio.

martes, 12 de marzo de 2013

Muestra SyFy: Día 2



En la segunda jornada de la muestra SyFy hemos podido ver a lo largo del día un puñado de varias películas de lo más variopintas e interesantes. La jornada empezó a las cuatro de la tarde con la proyección de la película de animación Wolf Children del japonés Mamoru Hosoda y que obtuvo el año pasado el premio a la mejor película de animación en el Festival de Sitges.

La jornada siguió con Twitx, la última película de Francis Ford Coppola, más preocupado últimamente en sus negocios de vino que en el cine. Una película en la que podemos ver a Coppola detrás del personaje de un escritor que en su momento prometía pero que ahora se encuentra en horas bajas y sin inspiración. Val Kilmer interpreta a este escritor que se ha abandonado en todos los sentidos y que tiene que ir de pueblo en pueblo intentando vender su última novela mientras su mujer le presiona y le amenaza con vender su más preciada posesión si no consigue dinero enseguida de su editor en forma de adelanto de su próximo libro. Especializado en escribir sobre brujería encontrará en los vampiros su nueva fuente de inspiración. La historia tiene elementos interesantes como el misterio de los asesinatos de unos niños y esa misteriosa torre con seis relojes que cada uno marca una hora distinta pero que no están suficientemente desarrollados. En cambio tiene momentos de una comicidad forzada como las escenas en las que Kilmer se sienta delante del ordenador para desarrollar la historia de la nueva novela o esa extraña relación de sumisión con su mujer que lo que hacen es restar fuerza y desconectar de lo que realmente importa. La película se mueve entre la realidad y la ficción, entre lo vivido y lo soñado y las charlas que tiene el protagonista con diferentes personajes nos hacen duda de que si lo que vemos está realmente pasando o son los delirios del protagonista. Lo mejor de la película es la protagonista femenina, una enigmática Elle Fanning que venía de rodar Somewhere con Sofía Coppola y que luego estaría bajo la batuta de J.J.Abrams en Super 8.


La noche siguió con el debut en el largometraje de Brandon Cronenberg, hijo del director David Cronenberg, con una historia realmente extraña que trata sobre la enfermedad y la obsesión titulada Antiviral. La película esta marcada por un tono minimalista en donde poco a poco se nos va metiendo en una sociedad obsesionada por la juventud, la belleza y la fama que llega a extremos muy peligrosos. El protagonista se dedica a vender virus extraídos de los cuerpos de gente famosa a auténticos fanáticos que buscan alcanzar una especie de comunión con la persona a la que admiran. Una película que te mantiene en tensión a lo largo de las casi dos horas que dura.


Una de las películas más esperadas en esta muestra de cine era esta Cabin in the Woods del debutante como director Drew Goddard pero que como guionista tiene una larga trayectoria en series como Buffy, Alias o Perdidos pero también en cine como en Monstruoso. En el guión de la película está el talento de Joss Whedon que ha parido grandes películas y series. Gracias a SyFy, esta es una de las pocas ocasiones que se ha podido ver esta película en pantalla grande, la distribuidora no encontraba fecha de estreno y culpó a la piratería de que la gente ya la hubiera visto. Y aunque también se llegó a anunciar su salida en DVD muchos nos quedamos con las ganas de verla. Antes de la proyección muchos reconocieron que ya la habían visto pero demostraban su interés en verla en unas buenas condiciones. Esta es una película que se disfruta más en pantalla grande. Yo era de los pocos que ni la habían visto y tampoco había leído nada en cuanto al argumento así que iba sin ningún tipo de referencia y creo que es lo mejor. Lo único que hay que saber de la película es que son cinco personajes, que parecen primos lejanos de los protagonistas de El club de los cinco de John Hughes y que la acción sucede en una cabaña en el bosque. Cualquier otra cosa sólo sirve para estropear una película llena de sorpresas.


Para la sesión golfa de media noche llega una de las locuras más divertidas de la jornada, Dead Sushi. La protagonista es una chica con un padre que es uno de los mejores cocineros de todo Japón que prepara uno de los mejores sushis pero ella no llega al mismo nivel y avergonzada se marcha de casa. Acaba de camarera en una pensión y ya lo que sucede después es una auténtica locura en donde el Sushi empieza a cobrar vida propia y a atacar a todo el que se encuentra en su camino. El absurdo de algunas situaciones como que el sushi manteniendo relaciones sexuales para procrear que hasta uno de los personajes llega a decir que ya no le encuentra sentido a lo que está pasando, pero que no dejó de provocar risas en el personal. Creo que nadie dejó de reír con esta película que quedará como uno de los mejores momentos de la muestra. La proyección de la película sólo hubiera estado mejor si hubiera sido un pase de Trash entre amigos con los comentarios de Vigalondo. No puedo dejar de mencionar a uno de los héroes de la película, el sushi de tortilla, al que todos desprecian pero es el que con su pericia y sus chorros de ácido, el que más ayuda a la protagonista para derrotar al sushi caníbal. El director es Noboru Iguchi y es uno de los directores de El ABC de la muerte