lunes, 16 de junio de 2014

Crítica: Dragon Ball Z, la batalla de los dioses de Masahiro Hosoda


Hay poca gente que no haya tenido experiencias con Bola de Dragón (léase o dígase con la voz potente y llena de convicción de aquel maravilloso doblador que cantaba el tema en castellano). Es parte de una cultura de los que rondamos la treintena, de aquellas meriendas y de aquella parrilla de televisión que pensaba en otros públicos más jóvenes. Incluso hoy en día, en la TDT podemos encontrar todavía reemisiones de capítulos de la serie, cuyos originales ya acusan el uso y abuso repetido de las cadenas. Dragon Ball es uno de esos proyectos en los que Japón comprobó que a ciertos proyectos se les podía sacar dinero. Bandas sonoras, películas en cine, OVAs (episodios especiales directos a video), videojuegos… Un proyecto rentable tiene beneficio mucho tiempo después de sus primeros pasos. Y de ahí llegamos aquí. La historia de Dragon Ball terminó hace ya unas tres décadas con el manga, pero reediciones y  videojuegos han mantenido esta máquina de hacer dinero activa y funcionando. De hecho, los últimos años nos han proporcionado algunas películas que han intentado juntar la dicotomía que podemos notar en la obra original. ¿Y de qué trata esta dicotomía? Dragon Ball empezó como un manga de aventuras, simple, sencillo, sin muchas explicaciones y con un ritmo pegadizo y endiablado. Esta fórmula de manga juvenil engancho a mucha gente, pero la propia obra evoluciono hacia un manga de luchas, con el argumento típico de un “shonen” de luchas, o manga juvenil: aparece enemigo más fuerte, luchan y vence el mal, entrenamiento de los personajes, gana el bien por los pelos, repitamos desde el principio.



Y explico esta dicotomía porque es quizá la característica más presente en la película. Hay mucha gente que quiere ver a sus superguerreros favoritos trabajándose el lomo de nuevo en la gran pantalla. Las luchas siempre han sido espectaculares, a pesar de que en la serie original tardasen capítulos y capítulos en tener un desenlace. Y de hecho, la película nos ofrece una primera lucha muy impactante. Pero posteriormente este film se debate entre muchos de los temas que se tratan en la obra original, y ofrece mucho del humor característico del creador, Akira Toriyama. Humor muy endémico japonés, que puede chirriar, y de hecho chirria con muchos públicos. El desarrollo de la película sufre de interrupciones para ofrecer guiños a la serie, o recuperar personajes antiguos solo por el placer de volver a verlos de nuevo. Y son estas interrupciones las que pueden restar interés sobre el material de base, que no es malo. La descripción del enemigo en esta nueva entrega es cuando menos interesante, moviendo la concepción habitual que tenemos de los enemigos de esta serie a otro campo, en el que de nuevo el enemigo es el más fuerte, pero en el que no puede haber lugar ni tiempo a mejora. Pero sin embargo, quizá la presentación de este personaje carece de cierto ritmo, ritmo que, por otro lado, se pretende implantar en los momentos de lucha, con planos y situaciones que bien justifican el poder disfrutar de esta película como bien merece: en el cine. 


Dragon Ball: la batalla de los dioses es una película diferente, que se mueve entre el homenaje al clásico y la innovación de las técnicas actuales, y que si bien puede tener ciertas fallas en la ejecución a nivel narrativo, técnicamente el resultado es muy bueno. No es necesario ser crítico en demasía con este título, pero eso puede ser porque para un servidor ha sido todo un placer volver a emocionarse con estos viejos conocidos y de la mejor manera, repito, en una sala de cine.

No hay comentarios:

Publicar un comentario