viernes, 19 de diciembre de 2014

Crítica: Dios mío, ¿Pero qué te hemos hecho? de Philippe de Chauveron



En el mundo actual en el que los valores son los de democracia, libertad la religión es un tema complicado porque hay que compaginar por un lado el hecho de que exista libertad individual para que cada uno tenga sus propias creencias pero por otro lado preservar la libertad general ya que no siempre lo que sustenta las religiones son la libertad ni la democracia. Si la religión se mantiene en el ámbito personal no hay conflicto pero cuando se traspasa y se hace un uso público ahí viene el problema en una sociedad en la que tienen que convivir gente de diferentes credos. Un país como Francia que tiene un valor tan claro como es el laicismo es el marco de esta historia en donde una familia ve como tienen que compaginar miembros de las religiones mayoritarias. Mientras que ellos son católicos las hijas van eligiendo maridos que profesan otras religiones. Ellos son un matrimonio de clase media-alta tirando a conservadores que se han criado en los valores clásicos de la república y no ven con muy buenos ojos las elecciones de sus hijas pero tienen que aceptarlo quieran o no. Tienen la esperanza de que su última hija soltera elija como marido a alguien que sea más afín a ellos. Efectivamente escoge como pretendiente a un hombre católico y de buena familia, aunque no tenga una profesión demasiado a su gusto. El conflicto surge en que el elegido es negro con lo que pone a prueba no solo la tolerancia de sus padres sino de sus hermanas y de sus cuñados demostrando lo fácil que es caer en la discriminación y en el rechazo al diferente. Nadie es libre de ser discriminado o de sufrir el odio de otro. De todos modos siempre es mejor padecer un sufrimiento que realizarlo. Este es uno de los aciertos de la película ya que no sólo los padres franceses ven con recelo esta unión sino que los padres del joven africano también se preocupan por su hijo al que les gustaría que entrara en su familia alguien más parecido a ellos. El rechazo y miedo al diferente es universal.



El tono que ha buscado el director para su película es el de la comedia, que no busca el realismo sino que seamos conscientes del conflicto de una forma agradable. Es sabido que este tipo de problemas suelen acabar mal y de forma más trágica pero cuando se cambia la perspectiva y se rebaja el nivel de tensión todo resulta más agradable. Los padres de los novios (me refiero a los hombres de las dos partes de la pareja) no resultan tan agresivos ni cascarrabias como serían de verdad y las madres seguramente no suelen ser tan comprensivas y apaciguadoras. Las hermanas y cuñados juegan un papel complicado y quizás sorprendente ya que no se muestran tan colaborativas como se pudiera pensar. Ellas son las que han abierto el camino pero la libertad que ellas han tenido se la niegan a su hermana pequeña a la que consideran que tiene la obligación de darle el gusto a sus padres buscándose un marido más convencional.



Es una película realmente divertida que se suma a las últimas comedias que nos llegan de Francia. Bienvenidos al norte, Intocable, Guillaume y los chicos a la mesa y ahora Dios mío, pero ¿qué te hemos hecho? En su país de origen ha tenido mucho éxito y aquí no debería ser menos. Sin duda una de las mejores opciones para ir a verla en familia. 

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