sábado, 22 de marzo de 2014

Crítica: El gran hotel Budapest de Wes Anderson



Para los que nos sentimos maravillados con Moonrise Kingdom tenemos una nueva oportunidad de meternos aunque sea por algo más de hora y media en este mundo tan fantástico de Wes Anderson. Son dos historias completamente diferentes pero les une la forma que tiene de presentárnoslas. Es una estética muy colorista, muy naif que no oculta el mal en el mundo pero nos lo presenta de una forma más agradable, como si fuera una fábula o un cuento. Aunque haya buenos y malos y estos se lo hagan pasar mal a los protagonistas siempre tiende a mostrarlo de la forma menos trágica y dramática y tendiendo al humor. Se corre el peligro de que cuando un director ponga tanto interés en la forma en la que cuenta la historia, esta queda en un segundo plano y pase desapercibida. Por suerte este no es el caso, aunque corremos el riesgo de quedar tan abrumados por la belleza de sus imágenes que el trasfondo de la historia así como ciertas ideas que podemos desprender de la historia quede en un segundo plano. Hay una historia principal que cuenta la amistad entre el gerente del gran hotel Budapest y el reciente contratado botones, el más humilde de todos los trabajadores. Pero ellos no están solos y hay una cantidad de personajes que con menor peso van llenando la pantalla de grandes historias en las que cada uno tiene su momento de protagonismo. Además ha sabido escoger un gran reparto en el que están los mejores actores y actrices actuales, muchos de ellos ya repitiendo. Desde Ralph Fiennes, F. Murray Abraham, Willem Dafoe, Jeff Goldbum, Harvey Keitel, Jude Law, Bill Murray, Edward Nortos, Tilda Swinton son algunos de los nombres más destacados de la lista.  La historia nos lleva a un país inventado de Europa que en el periodo de entreguerras vive un momento de cierta tranquilidad. La acción se sitúa en un balneario en el que se citan una gran cantidad de personalidades y en donde pasan siempre cosas. De alguna forma podemos desprender parte de la historia de la Europa del siglo XX con el fin de la década de los felices años 20 y la subida del Nazismo en el poder. El protagonismo se lo lleva el botones, alguien en apariencia significante dentro de la estructura del hotel pero que le da la ventaja de ser testigo de todo lo que pasa sin que nadie le preste atención. Intrigas, crímenes y obras de arte de gran valor tienen una gran importancia y esconden una visión poética de la vida. Los personajes no se conforman con una vida simple o con escuchar el relato de vida de los demás sino que buscan la belleza y la poesía. Si tuviera que poner una pega es que es demasiado hermosa y que quedamos tan abrumados de las imágenes que el mensaje puede quedar ahogado. Seguramente lo mejor sea verla dos veces para poder ver en un segundo visionado todo lo que se nos pasó la primera vez.



Dan ganas de entrar en la historia y formar parte de la historia. Y de alguna forma la productora Fox nos lo permitió al montar en la calle Colón 4 la Barbería del Gran Hotel Budapest y arreglar nuestro aspecto a la moda de la época. Además teniendo la oportunidad de escoger, mejor ser el malo que en la película da un exuberante Adrien Brody que un simpático botones que interpreta el debutante Tony Revolori. También hay que dar las gracias a SensaCine que nos dio la oportunidad de ver la película en un preestreno muy especial en los Kinepolis de Madrid con concurso de mostacho incluido. 


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