jueves, 30 de noviembre de 2017

Crítica: Perfectos desconocidos de Alex e la Iglesia


Hace poco más de un año que Alex de la Iglesia estrenaba El Bar. En este tiempo le ha dado tiempo a producir el debut de Eduardo Casanova, Pieles y rodar Perfectos Desconocidos que se presenta mañana. Parte esta vez de una película italiana en la que un grupo de amigos se reune para cenar y en donde se darán cuenta de que a pesar de que son tan amigos y se conocen tan bien siempre hay secretos que se mantienen guardados. Los móviles será el medio por el que se pondrán encima de la mesa todas las cosas que intentaban ocultar. Son tres parejas y un amigo al que en el último momento le ha dejado plantado su novia que van a hacer un ejercicio de sinceridad y van a descubrir que detrás de las apariencias hay lugares oscuros que no querían destapar. Es una noche especial, una inmensa luna llena, un eclipse que hace que saque en la gente toda la agresividad acumulada. En cambio en los protagonistas esta luna de sangre hace que salga todos sus secretos. 


Es una comedia de enredo muy divertida en la que somos testigos de todas las miserias y todos los líos que tienen los protagonistas. Las infidelidades, las dudas, los celos y las envidias son los elementos en los que se mueven los personajes. Los móviles y la tecnología que en un principio sirven para acercanos y para conectarnos unos a otros sirven para crear una nueva identidad y para ocultarnos de los demás. Nos aleja de las personas que tenemos cerca y nos aisla en un mundo virtual. Relaciones falsas en un mundo falso. El juego que propone Blanca, el personaje interpretado por Dafne Fernandez, y que es lo que pone en marcha la trama más importante de la película es el de colocar sobre la mesa todos los móviles y durante lo que dure la cena no ocultarse nada, llamadas, mensajes y notificaciones. Eva, el personaje de Belen Rueda desea que algo pase esta noche, cualquier cosa mejor que el aburrimiento. Y cierto que pasa, porque sin entrar en detalles todos quedan completamente desnudos y expuestos. Los espectadores somos testigos de cómo estas amistades tan sólidas no lo son tanto. La película deja bastante claro que siempre es necesario que nos quedemos algo para nosotros mismos, no es necesario saber todo de todos. Los secretos son importantes para poder convivir con los demás. 



En una película como esta en la que se respetan las tres unidades del teatro clásico, una parte fundamental son los actores. Belen Rueda demuestra una vez más lo gran actriz que es. Tuvo que ser Amenabar que nos enseñara que era algo más que una cara divertida que nos lo hacía pasar bien en los varios programas de televisión que presentó. En la película La noche que mi madre mató a mi padre ya interpretaba a la esposa de Eduard Fernandez. Juana Acosta y Ernesto Alterio son el matrimonio conflictivo que esconden sus infidelidades. Pareja fuera de la pantalla, crean unos personajes intensamente reales. La pareja más joven la encarnan Dafne Fernandez y Eduado Noriega, dos actores que se incorporan por primera vez al universo de Alex e la Iglesia.  Quien repite es Pepón Nieto, al que hemos visto en Mi gran noche y Las brujas de Zugarramundi.  Evidentemente también es necesario un buen director que sepa dónde colocar la cámara para contar la historia de la mejor forma posible. Aunque la historia no sea suya, ha sabido dotarla de su toque personal. 

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