viernes, 6 de marzo de 2020

Crítica: Cartas a Roxane de Alexis Michalik



Cuando vemos una película o vamos al teatro ya vemos un trabajo terminado, pero detrás hay un proceso de creación que desconocemos. Los autores hacen que parezca fácil lo que realmente es complicado. A partir de una pequeña idea se van desarrollando unos personajes, una trama y todo un universo nuevo en el que todas las piezas encajan. Cartas a Roxane nos cuenta cómo se forjó la obra de Cyrano de Bergerac, una de las obras más importantes de la escena francesa. Un autor que no está teniendo demasiado suerte con las obras que estrena necesita de algo que le haga creer que puede ser el gran dramaturgo que debería ser. Cuenta con uno de los mejores actores como inspiración pero también la necesidad de dar un futuro a su familia.


El pobre Edmond Rostand va vagando en busca de una musa que le ayude, algo desde lo que empezar a escribir su obra maestra. A partir de un personaje histórico va imaginándose una historia que pueda convertir en un gran éxito. A partir de esta pequeña semilla la historia va floreciendo a partir de la gente que le rodea, sus amigos y sus experiencias van nutriendo para que vaya creciendo. Como muchas de las grandezas de una obra son cosas que van surgiendo de pequeñas casualidades, que la inspiración puede llegar donde menos se espera. Esta es una historia es complementaria a Cyrano, se disfruta más y se llega a comprender mejor las escenas si se conoce la obra original pero no es necesario porque se nos va contando la historia a la vez que el autor la va descubriendo. Es emocionante recorrer ese camino porque nos hace partícipes de la creación.


Aunque no lo cuente la historia en la película, para Edmond Rostand esta fue su primer éxito que no logró superar. Sabía que había hecho una gran obra pero el éxito que tuvo fue tal que no llegó a sobreponerse y a escribir otro texto que estuviera a la altura.

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