sábado, 7 de marzo de 2020

Crítica: Skin de Guy Nattiv



Skin parte de una historia real de un joven que ha crecido en un ambiente racista y de odio. Cuando le vemos lo más llamativo son sus tatuajes, un rostro lleno de una historia escrita por símbolos de rechazo a lo que no comprenden, a lo diferente. Cuando el protagonista conoce el amor busca salir de todo eso y es básicamente lo que nos cuentan, el camino de redención. Esa huida de su pasado no es algo que le resulte sencillo, la oposición de esa familia postiza que busca retenerlo de cualquier modo hasta las evidentes marcas que lleva en su piel que le impiden empezar de cero. Hay una violencia muy intrincada de la que es difícil escapar. Bryon Widner fue en su momento un joven problemático que no tenía familia y encontró en Shareen y Fred una familia y un amor que no conocía, una protección que acabaría pagando demasiado caro.


La película tiene una historia muy potente y unos actores que hacen una gran inmersión con los personajes. Cuesta ver en el protagonista al niño que en su momento fue Billy Elliot. Jamie Bell hace una gran interpretación, una de las mejores de su filmografía. Vera Farmiga le da la réplica de una forma magistral como esa madre adoptiva que parece que busca lo mejor para ellos, pero que tan sólo busca perpetuar sus prejuicios y sus odios. La realización es más convencional. Tiene un tono que busca reflejar lo que sucede sin tomar partido. Nos muestra lo que ha sucedido de la forma más objetiva posible y tenemos que sacar nuestras propias conclusiones.


En general me ha parecido una película correcta y de alguna forma necesaria. En momentos de crisis en lo que no hay apenas certezas, es fácil caer en el fanatismo y en el rechazo a lo que no comprendemos. Encontrar el amor y superar el miedo y el odio es lo que busca el personaje.

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