miércoles, 27 de noviembre de 2013

Crítica: Frozen: El Reino de Hielo de Chris Buck y Jennifer Lee


Hablar de Frozen es hablar de magia, de esa maravillosa magia Disney que emociona y divierte a partes iguales, que se siente como un cuento maravilloso que habla sobre la unión fraternal, sobre el amor, y sobre la necesidad de rodearte de gente que sea capaz de ayudarte a levantarte ante la adversidad. Porque el tono trágico del comienzo, se ve superpuesto por unos personajes que pese a toda esa desdicha que les rodea, tratan de vivir su vida con felicidad. Es, y volviendo una vez más a La Bella y La Bestia una historia donde no importan los villanos, al igual que Bestia, Elsa lleva a cabo crueles acciones por la opresión de un pueblo que es incapaz de entender que tras esa maldición existe una persona que desea ser bondadosa, pero que es incapaz de descubrirlo por sí misma. Y si en aquella, Bestia descubría que pese a su terrible fachada, aún era capaz de hacer que alguien se enamorase de él, y es gracias al amor de Bella por lo que vuelve a sentirse integrado del mundo. Aquí es Anna, una hermana de la que escapa por el temor de volver a herirla, la que será la única de hacerle entender que no es la maldición quien la define.




Pero más allá de eso, es sin duda su condición de musical, el mejor que hemos podido ver desde hace varios años en la gran pantalla, lo que engrandece la figura de la película. La maravillosa partitura escrita por Christophe Beck queda relegada a un segundo plano ante la fantástica composición musical realizada por el matrimonio de Kristen Anderson-Lopez y Robert Lopez. No sólo es que los números musicales estén perfectamente introducidos en la película y cuentan con una prodigiosa puesta en escena, si no que dejan para el recuerdo temas de una magnífica musicalidad como "Do You Want to Build a Snowman?",  "Love is an Open Door", "In Summer" o el anteriormente mentado "For the First Time in Forever", posiblemente el mejor número musical de la película. Incluso ese "Let it Go", tema principal de la película, y que quizá no tenga el carisma de los otros dentro de la película, con una puesta en escena que recuerda a la de un talent-show, si tiene la fuerza suficiente para convertirse en todo un gran hit como hacía tiempo que no veíamos a uno salir de una película. Las canciones, en la película, cuentan con la ventaja de estar interpretadas por los propios actores, dónde sobre todo Idina Menzel y Kristen Bell destacan haciendo un excepcional trabajo vocal.


Frozen no es sólo una gran película, algo que siempre es de agradecer. Si no que recupera a la gran Disney de antaño, porque es verla y es imposible dejar de pensar en los grandes musicales que produjo la compañía. Una puesta al día de esas grandes películas con una animación fantástica en tres dimensiones, pero que a su vez deja unos personajes que recuerdan a aquellos tan humanos que creó siempre Don Bluth. Es tal la cercanía en el diseño que a veces parece como si el realizador de Anastasia hubiese decidido cambiar el lápiz por los píxeles y es que incluso esos trolls-piedras nos recuerdan irremediablemente al protagonista de El Jardín Mágico de Stanley. Frozen nos pide a gritos que de nuevo la cita anual con Disney se sienta como algo con la obligatoriedad de asistir, porque como dice la película, por primera vez (en mucho tiempo), Disney nos ofrece una película llena de magia y diversión.

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